Pregón de 1990 - Francisco Díaz Rey

Francisco Diaz Rey.

Nació en Ribadeo el año 1925. Casado. Es licenciado en Derecho e ingresó por oposición en el Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado.

Fue Delegado Provincial del Ministerio de lnformación y Turismo en Cáceres y Málaga. Y posteriormente desempeñó en dicho Ministerio, entre otros, los cargos de Subdirector General de Ordenación de la Cinematografía. Fue Comisario del Año Santo Compostelano de 1976, y como experto en materia de Turismo, prestó asistencia técnica a los Gobiernos de Colombia y Perú, así como al grupo de países que se integran en el Pacto Andino. En la Xunta de Galicia ha desempeñado los cargos de Director General de Turismo y Tiempo Libre, y de Director General de Servicios y Coordinación Administrativa. En la actualidad es el Director General de Turismo y Tiempo Libre, y Director General de Servicios y Coordinación Administrativa. En la actualidad es el Director de la Oficina de la Xunta de Galicia en Madrid.

Está en posesión de la Encomienda de la Orden de Mérito Civil, y de la Orden Distinguida de San Raimundo de Peñafort.

Como comentarista habitual de la Prensa de la actualidad polItica firma sus escritos con el seudónimo de "Pancho Ledo".

 

ANO 1990

Señoras, señores; queridos amigos:

Cumplo un honroso encargo de los "Amigos da Gaita Galega" de hacer el pregón del "Dia de la Gaita y Jira de Santa Cruz" en este año de gracia de 1990, cuando se cumplen 25 años de la inauguración del monumento "Ao Gaiteiro Galego".

Los "Amigos da Gaita Galega" tuvieron el buen acierto de establecer el ritual de que cada año, un ribadense -de naturaleza o con gran arraigo- haga este pregón (pasé este dificil trance), y veo que con tendencia a elegir a los que viven, o han vivido algún tiempo, lejos de la villa, quizás por aquello de que nada como la ausencia para idealizar un amor. Y fiesta de amor es, en definitiva, el "Dia de la Gaita y Jira de Santa Cruz": de amor a Galicia en el simbolo de la gaita y de amor fraterno y amistoso en la alegria de la Jira.

Es un dia de encuentro, en el que -sobre todo los que de un modo u otro estamos en la diáspora- volvemos a tocar, a palpar, el aire mismo de nuestra tierra. Remedando a Unamuno, en esa queja dolorida de la ausencia e ilusión de retorno, podria decir que:

"La montaña de mis cantos,

Ribadeo es mi montaña,

que corona de nubes

aunque pasando, me aguarda".

En 1965, hace 25 años, se inauguraba el Monumento al "Gaiteiro", convirtiendo en piedra, como decía en un folleto la Comisión Organizadora, "la figura del que desde siglos, arrancando su inspiración de las raices étnicas y culturales del terruño, supo interpretar con un instrumento de rango auténticamente universal: la gaita, los más hondos sentimientos estético-musicales del espiritu galaico".

Cualquiera que sea el origen de la gaita, cuestión no dilucidada, pese a los intentos de los nacionalistas románticos del siglo XIX y comienzos del XX en sostener la tesis celtista, pero que no ha sido documentada fehacientemente, teniendo más verosimilitud que el instrumento fuese introducido en Galicia por los suevos en los siglos V y VI, no apareciendo, por otra parte, su representación iconográfica -que sepamos- hasta el siglo XII, en un capitel encontrado en Melide, ni la cita de un "gaiteiro" hasta 1374, en que figura como testigo de la venta de una finca al Monasterio de Monfero pese a estos dudosos origenes, repito, lo cierto es que el pueblo gallego ha convertido la gaita, este instrumento de "extraña y melancólica armonía", según Jacinto Verdaguer, en elemento diferenciador y represen­tativo del país, y en el simbolo -el más "enxebre"- de la galleguidad o, según frase del escritor portuges Hugo Rocha, la "expressão musical da alma galega".

El monumento fue una obra de toda Galicia, pues los apoyos llegaron de toda la region y de todos los gallegos esparcidos por el mundo, pero fue una obra donde Ribadeo puso su corazón, bajo el impulso de la imaginación creadora de los hermanos Suárez Couto, a los que siempre hemos de recordar como los rendidos amantes, los enamorados fervorosos de esta "terra meiga", que nos duele y nos hace vibrar de secreta emoción al gozarnos en su contemplación o al evocarla desde la lejanía física de la ausencia; esta tierra nuestra que, como decIa Sánchez-Albornoz, es "capaz de atar al hombre con irrompibles lazos de nostalgia".

Y el monumento tenía que ubicarse en un paisaje singular, en lo alto, en el Monte de Santa Cruz, con la Ria a sus pies, en ese lugar donde el monte es pacífica atalaya y se entremezclan, sin confundirse, el perfuje y el rumor de los pinos y de los eucaliptos con los aromas y los murmullos del mar; en ese lugar donde el pueblo. cada año, hace comunión de sentimientos y canta la alegria de vivir.

Porque la Jira es eso: alegria de vivir. Bulla, canciones y bailes; regocijo entre amigos y familiares: manifestación de júbilo por el encuentro inesperado; luz; color; explosion de sentimientos; una historia que se cuenta; charla amena, con el chiste a punto; agudezas y sucedidos; unos ojos hermosos que dicen si al silente requiebro de otros ojos; son risas, carcajadas: y en el aire, los sones de las gaitas y el estampido de las bombas de palenque. Y se abren las cestas, y sobre manteles relucientes van cayendo suculentas empanadas, tortillas, pastelones, carnes asadas y mil postres, cuyas recetas guardan las amas de casa como si fuesen secretos de Estado. Y el vino gallego y la sidra asturiana hacen bodas en las gargantas. Se come y se bebe. Y el forastero se deslumbra por el paisaje y por la fiesta. Y la gran familia ribadense se siente unida como si fuese la primera mañana de la vida.

En este marco vitalista, en el que no sabe uno que destacar más, si la belleza del entorno o la afirmación misma del existir, tenia que instalarse el gaitero de piedra de Faílde, lo vieron muy claro Carlos y Amando Suárez Couto. Porque el Día de la Jira, el gaitero de piedra también canta a la tierra, se mira en el cielo y hace arrumacos con el "punteiro" a las sirenas del mar.

Pero en la gaita también están los lamentos del roncón: lo profundo, el contrapunto, el dolor de la vida. Por eso, desde otro ángulo, esta bien el gaitero de piedra en Santa Cruz. Porque Santa Cruz es lugar de romería, pero también puede ser rincón de conficencias para el alma sedienta. "Horizontes nubrados e malencónicos anque sempre hermosos", que diría Rosalia. Cabe el pretil, sintiendo en el rostro la caricia del viento, alIí, en noches de soledad, vienen a la memoria los versos de Dámaso Alonso en los "Hijos de la ira":

"Y paso largas horas oyendo gemir al huracán,

o ladrar los perros,

o fluir blandamente la luz de la luna".

Y si es la niebla la que nos evuelve, recordamos los versos de Noriega Varela

"A brétema, tú sabes?, e ceguña:

Os piñeirales, pouco a pouco, explora.

Y anda sempre descalza, e si s'espiña,

sangrar non sangra: pero chorar, chora...".

Don Dámaso, señor de la palabra, cuya niñez estaba vinculada a Ribadeo, se nos fue este año. Ya tiene respuesta a ese interrogante que se hacia:

"Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma".

Él ha visto ya que no se secan "los grandes rosales del día" ni "las tristes azucenas letales" de la noche: ya ha tenido respuesta a los enigmas de Dios; él ya ha salido de la duda. Don Dámaso ya sabe por qué y para que existió. Nosotros solo podemos repetir sus propios versos:

"Cuando murió el poeta se quedaron

tristes todas las cosas pequeñitas

que él cuidaba".

Mas hoy recordamos, sobre todo, los versos de Don Dámaso en el "Gozo del tacto":

"Estoy vivo y toco toco, toco, toco, y no, no estoy loco"

Y es que, desde Santa Cruz, se palpa Ribadeo y su comarca. Es como si los ojos, más que el sentido de la vista, tuvieran el sentido del tacto, en un deseo irrefrenable de posesión. Es una imagen de conjunto que se nos mete dentro: una secuencia cinematográfica -el abanico del paisaje- en un clímax emocional que subyuga y asombra.

"Hombre, toca, toca

lo que te provoca:

seno, pluma, roca,

pues mañana es cierto

que ya estarás muerto,

tieso, hinchado, yerto.

Toca, toca, toca,

¡que alegria loca!

Toca, toca, toca".

Esa es la Jira. Alegría loca de vivir, aunque con la mesura inexcusable que impone la convivencia. Porque..., este es otro matiz de la Jira que la distingue de otras fiestas campestres. Se traslada al Monte de Santa Cruz lo que es esencia de la vida ribadense: su espíritu democrático, su talante liberal, su señorío sin clases. "Pueblo simpático y señor", lo definió en 1929 Augusto Barcia Trelles; para añadir: "escondrijo deslumbrador", "un foco de cultura, de gente de trato excepcional". Después de tantos años, Ribadeo sigue siendo el mismo. Ese talante liberal y hospitalario fue una aportación fundamental de la emigración -de los indianos- al alma ribadense. Y es que no se entiende Ribadeo sin esta perspecitiva globalizadora; si no se aprecia esta estética singular de lo ribadense, que radica tanto en su fisiología como en su fisonomía, tanto en la corriente vital que lo alienta como en el maravilloso marco que lo rodea.

No se entiende Ribadeo sin su paisaje, pero no se entiende, si somos profundos en la observación, sin su paisaje, esas circunstancias de ser un pueblo culto, agudo y dado a la ironía y al buen humor. En Ribadeo se hace un culto de la hospitalidad, pero que nadie venga "plantando pinos", pues recibirá el apodo que se merece. Como nos conocemos muy bien, sabemos de donde viene y a donde ha ido cada uno: por eso aquí nadie presume de nada. Es una manera de obligar a cultivar -por prudencia- la virtud de la humildad. Lo que no empaña el sentido critico y ese "estar de vuelta" de cuanto acontece en el mundo. Ribadeo es un pueblo que lee, que escucha y que dialoga. No se entiende Ribadeo sin la Ría, pero tampoco sin el Cantón ni las Cuatro Calles, sin las pequeñas tertulias de Porcillán. En una ocasión dije que "en Ribadeo, cátedra de muchas ciencias, incluso de las ocultas, el más lerdo es un Iince en eso de pontificar sobre el ser y el debe ser". El ribadense suple con lectura e imaginación lo que no ha tenido por magisterio. Y es que, si bien es cierto que no se puede opinar sin conocimiento, no lo es menos que la imaginación siempre va más allá del saber; el autodidacta con talento es superior al erudito sin imaginación, y huelga decir, al erudito a la violeta. Pues bien, este perfil humano, esta sensibilidad para el arte y la cultura, esta independencia de criterio, este espiritu critico y zumbón, y al mismo tiempo abierto y dialogante, forma parte inseparable del paisaje ribadense, con tanta fuerza como la vista panorámica que contemplamos desde Santa Cruz. En todo uno, como la flor y el tallo que la sustenta.

Tenía que estar aquí el Monumento al Gaitero, en medio de la naturaleza y al cobijo de una cruz. Lo telúrico y Io sobrenatural. Un simbolo de la galleguidad a la puerta de Galicia, mirando a la fraterna Asturias, en una invitación permanente al entendimiento y la colaboración.

El Eo, el río que no sabe si es asturiano o es gallego, pues a las dos orillas las quiere por igual. Se ha hecho mucha retórica sobre ese abrazo que se dan en el Eo las dos regiones.

Y a veces, cuando oimos algunos discursos, no podemos eludir ese mal pensamiento sobre los efusivos abrazos de los politicos: ¡hay que ver lo bien que no se entienden! Y no es asi. Toda la Ria es un conjunto de hermandad, aunque cada pueblo tenga su peculiaridad y sus lógicos estimulos emuladores.

Pero la convivencia esta ahi, y mucho más desde la apertura del Puente de los Santos, que no solo nos trajo la facilidad de la comunicación, sino, tamblén, el disfrute de una nueva perspectiva- y más bella- de Ribadeo y de toda la Ria.

En el anochecer, cuando se han apagado los últimos rayos del Sol sobre Castropol, como en un escenario en el que se amortiguan las luces para dar relieve a un fondo musical o a una voz en la lejanía, un eco nos trae los versos de Leopoldo Calvo Sotelo, el autor de "Ribanova":

"Solo un murmullo débil y sordo

en el silencio nocturno tiembla.

Ois? Son las ondas del rio Eo,

que en la apacible noche serena,

tienen un ritmo lento, monótono,

que a veces canta y a veces reza".

La Ría es algo vivo, con personalidad propia. No sucede nada en ella que no lo atisbe alguien desde Porcillán o desde Mirasol, en esa mutua tutela que propicia la vecindad. La Ría es aventura, es trabajo, es recreo. es vida. Dámaso Alonso, al situarse geográficamente, dijo: "Esa pequeña zona del mundo en la que me siento radicado (en la ría del Eo, entre Galicia y Asturias)". El poeta ponía calor humano a la frialdad del agua.

El gaitero de Santa Cruz es, asimismo. una Ilamada, una convocatoria a la afirmación de nuestra singularidad. Cada año, en el primer domingo de Agosto, nos invita a la reflexión sobre lo que los gallegos somos como pueblo y lo que deseamos para nuestra tierra. Pero, sobre todo, es una invitación al esfuerzo individual y colectivo por y para la grandeza de Galicia. El "gaitero de pedra llama a los demás "gaiteiros" del contorno -y a los de más lejos, a todos los de Galicia- para proclamar juntos, con aire de marcha, como hicieron hace poco más de mil gaiteros en la Plaza del Obradoiro, que esta 'terra meiga" es cada día más nuestra y más auténtica, y por eso mismo, más abierta, más española, más europea y más universal.

En este 25 aniversario de la inauguración del Monumento "Ao Gaiteiro Galego" hacemos nuestros aquellos sentimiento que lo motivaron y reiteramos nuestra fe en una Galicia próspera y fecunda, en la que todos sus hijos canten, como haremos mañana nosotros en Santa Cruz, la alegria de vivir.

He dicho.

Francisco Diaz Rey