Pregón do 2006 - José María Rodríguez Díaz

PREGON DA XIRA DE SANTA CRUZ 2006 - José María Rodríguez Díaz

José María Rodriguez Díaz

 

Nado en Ribadeo en 1935.

Diplomado en Música Sacra no Instituto Gregoriano de París en 1957; ordeado sacerdote en Mondoñedo en 1959. En 1960 incorporase en Mondoñedo por oposición ao clero da Catedral Basílica como salmista e ao claustro de profesores do Real Seminario para desempeñar a docencia; compartiu estas funcions con outros cargos pastorais na capital da diócesis. En 1979 cesou a actividade no ministerio da Iglesia e pasou a exercer coma funcionario do Estado, ocupando, entre outros, o posto de Director Local do Instituto Social da Marina en Tapia de Casariego e en Ribadeo. Na actualidade, xa xubilado, colabora en espacios radiofónicos de opinión e tertulias e no semanario de Ribadeo “La Comarca del Eo” así como en outras publicacions como “Rudesindus” ou “Estudios Mindonienses”, con traballos de carácter histórico.

 

Señoras y caballeros. Con la vena de Vdes. 

Se me pide que oficie hoy de pregonero para proclamar al pueblo el comienzo de la Jira de Santa Cruz. Se que, ni la falta de tiempo de que dispuse para hilvanar estas líneas, ni mi limitada capacidad van a satisfacer las expectativas de esta ilustrada asamblea. A Vdes., pues, pido paciencia para poder soportarme y disculpas por mi atrevimiento al aceptar este encargo. Por eso, la brevedad de este pregón no va a ser en mi una virtud, sino una necesidad.

 

Pensar en mí para este discurso, después de tan distinguidos pregoneros que por aquí antes pasaron, lo considero un honor que no merezco. A la Directiva de “Amigos da Gaita” agradezco la distinción que me hacen. Sólo el cariño que siento por este pueblo, del que he estado largos años ausente, me obligó a aceptar este encargo. Soy consciente de que me encuentro ante un culto y exigente auditorio. Pero confío en que vuestra benevolencia disculpe mi gran osadía.

 

No voy a detenerme ahora en ensalzar las bellezas de Santa Cruz, de su hermoso paisaje o de la importancia de la gaita gallega, el símbolo más “enxebre” de nuestra tierra, porque otros, más preparados que yo, lo hicieron antes desde esta tribuna. Además creo que casi todo está dicho ya sobre la Jira y sus creadores, sobre la capilla y la cruz de piedra y sobre el gaiteiro. Sobre la gaita, aún suena en nuestros oídos la brillante y jocosa elegía que, desde esta misma tribuna, le dedicó el pregonero del año pasado, Julio Carballal.

 

En el poco tiempo de que dispuse para hilvanar estas breves palabra, he tratado de acudir a mis personales vivencias de aquellos tiempos pasados de los años sesenta, en los que, por vez primera, empecé a incorporarme a esta celebración campestre, invitado por una familia muy popular de esta villa, a quien desde aquí dedico un grato recuerdo. Establecer una comparación entre las romerías de aquellos años y las actuales es una idea muy sugerente para apreciar los cambios efectuados en el modo de celebrarlas. Y esta es mi intención.

 

Las vivencias que conservamos de esta romería los que vivimos aquellas pasadas épocas, son experiencias que recordamos con verdadera nostalgia. El recuerdo de aquella juventud ya pasada las hace aún más atrayentes y sugestivas. Es natural. Pero, no cabe duda de que se esta produciendo un gran cambio, desde entonces, en la forma de vivir y celebrar esta fiesta. Y esto es lo que hoy quiero aquí resaltar.  

 

El marco social que entonces nos tocó a todos vivir era muy distinto del actual. Las pocas ocasiones que teníamos de divertirnos se vivían con mayor entusiasmo y entrega. La vida de aquellos años era más propicia para celebrar la romería con mayor intensidad que, quizás, lo puede ser en estos tiempos de hoy, en los que la sociedad actual goza de otros muchos y variados atractivos de que antes no disfrutaba.  

 

La relaciones vecinales, más intensas e íntimas entonces que hoy en nuestra villa, marcaban profundamente la vida de nuestras gentes, que vivían la vida con un sentido de vecindad más profundo. Unas relaciones que ese  día se veían trasladadas al campo de Santa Cruz, dotado de la vista más hermosa que se puede imaginar y se traducían en una explosión de alegría entorno a aquellas meriendas que durante horas alegraban la vida de las familias, que allí acudían, con sus invitados.

 

El poder de convocatoria de esta fiesta reunía a mucha gente del mundo rural que, atraídos por la gaita gallega, también venían allí a disfrutar de la alegría común con sus suculentas viandas. Allí los romeros, no sólo se agrupaban por pandillas de familias y amigos, sino que convivían y celebraban sus alegrías unidos, sentados en torno a una mesa o en el suelo. Era como un aula gigante, al aire libre, en donde se aprendía a convivir y disfrutar todos juntos.

 

Pero la celebración de la Jira empezaba ya en la villa, durante las primeras horas de la mañana, con las alegres alboradas de las gaitas, creadas por el Gaiteiro Mayor, Primitivo, amenizando las Cuatro Calles y el Cantón, pregonando, con sus sones alegres y agudos, el comienzo de la romería. El ambiente de fiesta era ya desbordante en esas tempranas horas de la mañana. Y este ambiente festivo empezaba a llenar toda la villa de vida. Con la presencia de pandillas de mozos, venidos de otros pueblos vecinos para participar en la romería. Recorrían las calles y los bares entonando canciones e impregnando el ambiente de bullicio y aires de fiesta. 

 

A medio día, después de tomar el acostumbrado aperitivo en los bares con los amigos, la gente empezaba a desfilar hacia el monte. Los coches eran escasos y mucha gente subía a pie la empinada cuesta de Santa Cruz, formando como una gran procesión, portando, en sus cabezas, las cestas con las viandas, cubierta con blancos manteles. 

 

Ya en el monte, elegido el sitio para acomodarse, sentados sobre la alfombra verde y mullida, que forma la hierba, o en una mesa, preparada el día anterior, bajo la sombra de los pinos, buscando siempre la proximidad de los amigos más íntimos, daba comienzo el ritual de la comida. Se abrían las cestas y sobre los manteles blancos se iban colocando los suculentos manjares. Y empezaban los intercambios de viandas entre familiares y amigos para compartir la exquisita empanada de raxo, las carnes asadas o la deliciosa tortilla, junto a abundante tintorro para regarla. Luego venia el recorrido de las gaiteiras para alegrar las meriendas con el cantar de sus gaitas.

 

Ellas eran las protagonistas de la jornada y a las que muchos romeros acompañaban en sus recorridos, cantando y bailando la muiñeira. Mozas, vestidas con lujosos trajes gallegos, con sus faldas rojas y negras, ribeteadas con abalorios de azabache y sus inmaculadas camisas blancas, lucían sus galas y encantos mientras, contoneándose seductoramente, recorrían las meriendas cantando y tocando las panderetas.

 

Y de cada merienda, recuperadas las fuerzas con el tintorro y la empanada, surgían alegres las habaneras y las muiñeiras con las que muchos, como Antón, Cociña, Mingos y otros que se unían al coro, alegraban la fiesta con sus canciones, recorriendo las mesas de los amigos. El ambiente de alegría, que nace del estómago lleno, del ribeiro y del cantar de las gaitas, impregnaba todo el entorno del campo. Y en ese ambiente de alegría y de fiesta, transcurrían las horas entre las gratas conversaciones de los amigos y el danzar espontáneo de los grupos de bailarinas que, al son de las gaitas y rodeadas por grupo de gente, formando corros, bailaban las muiñeiras hasta el caer de la tarde, ya casi de noche cuando los últimos rayos del sol poniente resaltaban con su luz las blancas siluetas de Figueiras y Castropol, antes de desvanecerse en la oscuridad de la noche.

 

Hoy nos queda, como recuerdo y testimonio de aquella época, el monumento al gaiteiro, que proclama los orígenes de esta fiesta y el protagonismo que en ella tuvo la gaita. Esa gaita que, como dijo Daniel Cortezón, en su precioso pregón de hace años, no solamente canta y llora, sino que habla también.

 

Para muchos, como era el caso de la familia que a mi me acogía, la fiesta no acababa en Santa Cruz. Ya de nuevo en la villa, los amigos se juntaban otra vez para continuar consumiendo los restos de las viandas durante las horas nocturnas, y acabar, luego, disfrutando de la orquesta que tocaba en el Cantón.

 

Y esa era la romería que aún permanece viva en mis recuerdos. Muy distinta de la de hoy, en la que se imponen otras vivencias y otras formas de celebrarla. Esta es la nueva época de la litrona y del calimocho, que domina en los ambientes juveniles de hoy. La sociedad no es estática. Los nuevos ritmos vitales, que marcan la vida de nuestros jóvenes, son diferentes. ¿Mejores o peores? Simplemente distintos. Pero es lo cierto y lo vemos con pena, que en ellos priva más la diversión que las relaciones humanas. Y el ambiente que hoy se vive en Santa Cruz es distinto del que nosotros vivimos ayer. ¿Qué ha pasado para que estas vivencias estén tan lejos de lo que fueron las nuestras?

 

Pero a uno le gustaría que aquel espíritu que impregnaba la fiesta no se perdiera. Celebrar en común es sentir y vivir en común. Y los pueblos, hoy más que nunca, necesitan descubrir y conservar sus raíces para vencer lo negativo que nos imponen otras culturas extrañas, procedentes de un mundo globalizado. Para vivir unidos y mantener unida nuestra comunidad necesitamos seguir celebrando nuestras fiestas, unidos. Añoramos aquellos viejos tiempo, de escaso valor mercantilista, pero muy importantes en valores de convivencia. La invitación que hago yo hoy, en este pregón, es la de intentar recuperar las raíces de aquel espíritu con que esta fiesta nació.

 

Un pueblo gallego sin gaita es un pueblo sin alegría. Y un pueblo gallego sin romerías es un pueblo en el que la gente convive sin conocerse. No puedo dar fin a este pregón, porque es obligado hacerlo, sin recordar aquí a quieres fueron los fundadores de la Jira de Santa Cruz, que tuvo como principales inspiradores a los hermanos Suárez Couto y a Francisco Maseda, entre otros.

 

Como muestra de agradecimiento y en su recuerdo alzaremos mañana una copa brindando para que nunca falte la gaita en esta fiesta y por una larga vida para esta Jira que ellos crearon. Y hago votos para que la prestigiosa sociedad “Amigos da Gaita”, impulsora y alma de esta fiesta, siga adelante con ilusión en sus esfuerzos para lograr que la Jira, aun sin cohetes, no pierda sus verdaderas raíces y dure “mil primaveiras máis”, como decía Cunqueiro.

 

Ribadenses e forasteiros, amigos da Gaita e da Xira, a prepararse para facerlle a homenaxe á gaita e ós gaiteiros e tamborileiros, á empanada e ás sardiñas, ó pan e ó viño e á augardente para facer a queimada. Proclamamos aberta a festa da gaita. Pregoamos aberta a Xira de Santa Cruz. E mañán, todos, como unha sola familia… ¡Á Xir a de Santa Cruz, a comer e a bailar a muiñeira, e a presentarlle a ofrenda ó Gaiteiro!