Pregón de 1991 - Marcelino Zapico

PREGON DE LA XIRA 1991

 

Marcelino Zapico

 

Nado en Mieres en 1928 e residente en Ribadeo dende 1970. Ordeado sacerdote aos 24 anos estudou Teoloxía en Salamanca e Ciencias Políticas, Socioloxía e Filosofía e Letras en Madrid. Aos 41 anos abandonou o sacerdocio e opositou para Catedrático de Filosofía de Instituto. Exercéu en Úbeda, en Oviedo y en Ribadeo.

 

Cuando los organizadores de esta Fiesta me invitaron a pronunciar el Pregón, asentí con gusto. El hecho de no haber nacido en Ribadeo y ser invitado a hablar de Ribadeo (de sus gentes, le su paisaje, de sus fiestas) ante ribadenses, es para mí un honor y una satisfacción.

Intentaré expresar como siento yo a Ribadeo qué ha sido y que es Ribadeo para mi. Este Ribadeo con cuyos paisajes y con cuyas calles y plazas tengo una cita diaria. Expresar sentimientos mas que exponer ideas sobre un tema, es lo que haré. Soy, sin embargo, consciente de que esto tiene riesgos.

Las ideas se tienen o no. El Caso es tenerlas. Pero si se tienen, exponerlas es relativamente fácil. Hay lenguajes técnicos apropiados para exponerlas y el tema al que se refieren puede ser estudiado y preparado. Es cuestión de voluntad y esfuerzo. Pero con los sentimientos las cosas ocurren de diferente manera. Los sentimientos se tienen, la dificultad está en saber expresarlos con acierto.

Por otra parte cuando se exponen ideas sobre un tema se habla de algo objetivo, con independencia de lo personal. Por el contrario los sentimientos son siempre personales, vivencias subjetivas. La dificultad para expresar sentimientos no se resuelve con retórica. La retórica - decía Unamuno - viste y reviste el sentimiento; la poesía lo desnuda. Pero desnudar los sentimientos propios en público puede parecer una falta de pudor espiritual. Por esto necesito y espero vuestra benevolencia.

Ribadeo (sus gentes, su entorno y su casco urbano) puede ser vivido, sentido desde diferentes perspectivas. Y no me refiero, claro es a una perspectiva visual, sino a una perspectiva global. Ribadeo es vivido de una manera por quienes aquí nacieron y aquí permanecieron toda la vida (aunque hayan efectuado salidas esporádicas) Es vivido y sentido de otra manera por quienes aquí nacieron o pasaron su niñez y después salieron de aquí para vivir y tal vez arraigar en otras tierras.Finalmente es vivido de una manera diferente de las anteriores por quienes, no habiendo nacido aquí, arribaron un feliz día a esta villa, trayendo el sedimento espiritual dejado por otros paisajes, otras calles y plazas, otras relaciones humanas….., y aquí hallaron un nuevo arraigo y un nuevo hogar. Y este es mi caso.

Quienes aquí nacisteis y aquí habéis permanecido, seguramente en vuestras salidas esporádicas habéis sentido legítimo orgullo al constatar que hay pocos pueblos tan hermosos como el vuestro. Si ya blanquean vuestros cabellos, sentiréis melancolía al contemplar las transformaciones que ha sufrido y está sufriendo Ribadeo. De cuando en cuando contemplareis con nostalgia esas fotos, que todos hemos visto en alguna exposición o en el álbum familiar, en las que aparece la vieja torre almenada donde está hoy la casa de los Morenos, la avenida de árboles tupidos a la entrada del pueblo por la zona del Instituto, las hileras de tilos junto a la vieja Estación del Ferrocarril, las fotos de aquellas locomotoras y aquellos vagones que hoy nos parecen de juguete. Aquel tren que ibais a ver pasar cunado niños, y en el que hicisteis excursiones felices. Todos vosotros, ribadenses de mi generación, paseando por nuestro bello parque, podéis hacer vuestros aquellos versos de Machado:

“De los parques las olmedas

son las buenas arboledas

que nos han visto jugar

cuando eran nuestros cabellos

rubios, y, con nieve en ellos,

nos han de ver meditar”

¡Nuestro bello parque!, por cuyos senderos sucesivas generaciones de ribadenses jugaron siendo niños, pasearon sus preocupaciones y sus pesares en la edad madura, y sus achaques en la vejez.

La planta para arraigar en nueva tierra tiene que ser desarraigada del lugar de origen. No es este el caso de las personas. Hundimos nuestras raíces en la tierra como entorno físico y en el medio humano como ámbito espiritual y cultural. Todo esto significa nuestra aldea o nuestra ciudad de origen. Pero podemos mantener nuestro arraigo en el pueblo que nos vio nacer y arraigar con fuerza en otro. Hay dos figuras señeras en la historia de la cultura española que son modélicas, por haber arraigado en otra tierra sin abandonar sus raíces primeras. Me refiero a Unamuno y a Machado. Sa1amanca no fue algo esporádico ni superficial en el alma y en la poesía de Unamuno. Y en Machado dejó huella imborrable su paso por Soria. Las piedras doradas de Salamanca, una y otra vez presentes en la poesía de Unamuno, nos traen siempre, en nuestras visitas a la ciudad del Tormes, el recuerda del gran escritor.

Y si viajamos al viejo Duero vemos todos aquellos paisajes transfigurados por el recuerdo de Machado:

“Alamos del camino en la ribera del Diero,

entre San Polo y San Saturio,

tras las murallas viejas de Soria”

Vuelto a residir en su Andalucía natal, seguirían siendo los paisajes de Soria, manantial cauce y reguero de su inspiración. Al abandonar Soria escribió:

“¡Alamos de las márgenes del Duero, conmigo vais,

mi corazón os lleva!"

Es insufrible el desarraigo forzado. De ahí el lamento de todos los desterrados. Se viven los valores universales desde una tierra, desde una peculiaridad. Paseando hace algún tiempo por las frondas del parque San Francisco de Oviedo, me llamó la atención la estatua de un poeta asturiano que murió en el exilio: Alfonso Camin. Al pié de la estatua aparecía una inscripción con unos versos los que el poeta canita el dolor de su exilio.

Decía:

“Si soy el roble con el viento en guerra

¿cómo viví con la raíz ausente?

¿cómo se puede florecer sin tierra?"

Llegue a Ribadeo, para vivir ya siempre aquí, con algunas salidas esporádicas, el 18 de Octubre de 1970. Desnortado, vivía entonces una crisis espiritual profunda. Aquí encontré paz y alegría renovadas. Ahora Ribadeo es con toda propiedad mi pueblo. Desde Ribadeo es agradable salir a visitar el pueblo natal y otros lugares donde se ha vivido, como sin duda hacen muchos ribadenses que viven fuera y retornan periódicamente a su pueblo.

Es lz búsqueda del tiempo pasado. Pero en este intento por revivir la vida, volviendo a la niñez o a la juventud, paseando por los mismos parajes que en el pasado fueran escenario de nuestra vida, nos encontramos siempre con un cierto desencanto. No puede revivir nuestro pasado, porque nosotros no somos los mismos. Aquel niño o aquel adolescente que fuimos y no existe.

Unamuno expresa esta sensación en un conocido poema, ya maduro profesor en Salamanca, vuelve a su Bilbao natal y duerme en la misma alcoba en que durmiera durante los años de la mocedad. Quiere revivir sus vivencias juveniles. Pero es imposible, y dice:

“Hundiose así el tesoro de mis noches

en esta misma alcoba,

aquí dormí, soñé, fingí esperanzas

y a recordarlas me revuelvo en vano;

no logro asir aquel que fui, soy otro…

De aquel que fui, ¿qué ha sido?"

Queremos afirmar nuestra identidad, lo permanente en el perpetuo fluir de nuestras vivencia. Queremos parar el tiempo, pero es intento vano.

La niñez la juventud, vino y se fue fugaz. “Verte y ya otra vez no verte”,

como dice el verso conocido de Aleixandre. O aquel otro de Machado:

“Apenas soy aquel que ayer soñaba.”

Por cierto que este preguntarse por la identidad y permanencia del yo a través de las vivencias fluyentes es tema de uno de los grandes poemas de nuestro Dámaso, tan ligado a Ribadeo: “A un río le llamaban Carlos”. Dámaso, a quién un conocido historiador de la literatura define como “la sabiduría lingüística al servicio del empuje poético”, expresó en su poesía, como pocos, las perplejidades metafísicas. Y una de estas perplejidades es la pregunta por nuestra identidad en el fluir de las vivencias.

¿Qué significó y que significa para mi este Ribadeo encontrado y conocido y amado en edad tardía?

Al hablar de Ribadeo tenemos que referirnos a las personas y a las cosas.

Una y otras son el medio, o el mundo, o la circunstancia, que contrapuesta a muestro yo, y en íntima interrelación con él, constituyen eso que llamamos nuestro vivir. El encanto de vivir en una población con las dimensiones de Ribadeo es que todos nos conocemos y las relaciones son personales.

Las gentes de Ribadeo tienen un cierto aire de elegancia señorial.

Quien venga a Ribadeo y sepa estar, encontrará respuesta cálida y acogedora.

No digamos más de las personas de Ribadeo, para no caer en el pecado de lisonja.

Hablemos de las cosas de Ribadeo, es decir, de su medio físico.

Las cosas forman el entorno de la persona, siendo su complemento y su prolongación. Los grandes artistas retratan a las personas rodeadas de cosas.

No solamente con sus vestidos, sus alhajas…, sino también con los utensilios del diario vivir, o en un paisaje.

Uno de los encantos de la vida es la interrelación entre nosotros y las cosas que nos rodean. Relación de admiración, de contemplación estética, de ternura…. Hacia las cosas pequeñas y hacia las cosas grandes, incluso grandiosas, como el mar y la montaña.

En ocasiones las cosas no son solamente espectáculo, sino medios de vida; la barca para el pescador, el carro para el campesino. En estos casos los motivos del amor a las cosas se refuerzan. Esta ternura hacia las cosas es cantada en unos versos de Cabanillas el carretero habla con su carro, compañero de trabajos, por trochas y corredoiras:

“Carriño, forte e xeitoso, meu carriño,

arrolador e mimoso,

como berce d’un meniño.

Mentres ti dures i eu viva

teremos un camiñar

e cando ti xa podrezas

e eu déa o laio derradeiro

que fagan do teu chedeiro

a caixa pra me enterrar"

Interpretar y dar expresión al mensaje de las cosas es empeño de la poesía, de la mejor poesía. ¡El misterio de las cosas!, que nos acompañan extrañamente sigilosas y durarán mas allá de nuestro olvido, pues son menos frágiles que nosotros. Las personas se van, las cosas quedan.

¡El mensaje de las cosas!, que con su sola presencia entonan una melodía silenciosa, una “música callada”, según la expresión de San Juan de la Cruz.

¿Y qué cosas nos ofrece Ribadeo que susciten en nosotros los sentimientos antedichos?

La verdad pura y simple es que el entorno paisajístico de Ribadeo en incomparable. La cornisa cantábrica está sembrada de pueblos hermosos; en Galicia, en Asturias, en Cantabria y en el País Vasco. Cuando visitamos alguno de estos pueblos decimos los ribadenses: ¡es tan bello que puede parangonarse con Ribadeo! Vivir en Ribadeo es un premio., El paseo por sus alrededores, un festín espiritual. Tanto si bordeamos la Ría como si nos asomamos al mar abierto por el paseo del Faro. Tanto si nos dirigimos a Obe o a Villaselán, o nos asomamos a la espléndida vista desde el puente.

Dentro del entorno natural de Ribadeo, el mar. El mar es siempre el mismo y siempre distinto; hay un mar y muchos mares, según la estación, según la luz de la aurora, del mediodía o del ocaso. El mar produce siempre un asombro elemental y primitivo. Se describe así en unos versos de Borges:

‘Antes que el sueño (o el terror) tegiera

mitologías y cosmogonías,

antes que el tiempo se acuñara en días,

el mar, el siempre mar ya estaba y era.

¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento

y antiguo ser que roe los pilares

de la tierra y es uno y muchos mares

y abismo y resplandor y azar y viento?

Quien lo mira lo ve por vez primera

siempre. Con el asombro que las cosas

elementales dejan”.

La grandiosidad del mar nos pone en presencia da la omnipotencia y de lo perenne, frente a lo efímero de nuestros problemas, nuestras alegrías y nuestros dolores.

En Ribadeo el campo, los prados siempre verdes, nos embargan tanto corno el mar. Tanto si vemos en la naturaleza la huella de Dios, o si, con mirada panteísta, la identificamos con la belleza absoluta, siempre nos enriquece y nos transporta a un mundo ideal.

E instaladas en la naturaleza, las cosas creadas por el hombre. Las viejas y las nuevas. Las viejas casas, las viejas plazas, las vijas calles…. En el Ribadeo antiguo existen rincones entrañables. Algunos de esos rincones permanecieron durante mucho tiempo abandonados. Por suerte han sido o están siendo adecentados: la fuente de los cuatro caños, la Atalaya, las inmediaciones del Ayuntamiento, el castillo de San Damián, son ejemplos significativos:

Sin duda nuestros ediles tomarán adecuadas medidas para armonizar el progreso de Ribadeo y el respeto a lo antiguo, salvando fachadas que merecen ser salvadas, etc.

A la hora de hablar de las recientes realizaciones en Ribadeo es obligado hacer una referencia al Puente de los Santos. Hay que ponderar cuanto ha contribuido a enriquecer las relaciones humanas entre las dos orillas de la ría. El puente está siendo algo que el visitante busca al venir a Ribadeo. Se ha convertido un poco en la enseña de Ribadeo. El Puente es bello, de construcción airosa. Junto a la belleza de la ría tenemos la belleza de una obra técnica, la belleza creada por el hombre.

A finales del siglo XIX y principios de este hubo entusiasmo por las grandes obras de ingeniería. Es la época de las construcciones en hierro, es la exaltación de la técnica, cuando el iniciador del futurismo, Marinetti, decía que “un automóvil es mas bello que la victoria de Samotracia”.

Después se produjo un gran recelo hacia las obras de ingeniería, como contaminadoras de la naturaleza y sinónimas de fealdad. Hoy se está llegando a un punto de equilibrio.

El Puente de los Santos es un ejemplo do importante obra de ingeniería, estéticamente airosa y bella.

La jira de Santa Cruz vuelve hacer que la ermita sea protagonista de la fiesta un año más. En los primeros años de este siglo escribió Marquina una obra de teatro titulada: “La Ermita, la Fuente y el Río”. La acción transcurría en estos tres lugares.

La fuente del pueblo tenía en la época de nuestros abuelos un protagonismo que no tiene hoy, por razones obvias. En la fuente abrevaban los bueyes cansados al atardecer, acabada la diaria tarea. Allí acudían las muchachas a llenar sus cántaros.

¡La fuente cantada en mil coplas populares y en la gran lírica, desde la famosa oda de Horacio a la fuente Bandusia, que traducíamos en el Bachillerato, hasta el famoso poema o silva de Quevedo “a una fuente”!

En Ribadeo quedan rincones con nombre de fuente: la fuente cabada, a fonte nova, la fuente de Espiñaredo… Algunas mujeres de edad avanzada, que están entre nosotros, fueron sin duda testigos o protagonistas del ir y venir, la sella en la cabeza, o el cántaro en la mano, camino de la fuente.

Y la ermita. Nuestra fiesta tiene como protagonista una ermita. Las ermitas, construidas cerca de los pueblos y de las ciudades fueron escenarios entrañables para la vida de sus habitantes. A la ermita iban las gentes,

impulsadas por la fé religiosa, a llorar sus pesares y hacer sus peticiones y promesas. Allí iban también los días de alegría y de amor.

Nuestra jira tiene larga tradición. Revolviendo viejas fotos de hace cuarenta o cincuenta años en el álbum familiar, hemos visto algunas en las que aparecen, junto al cesto de mimbres y los manteles tendidos sobre el cesped, caras conocidas, entonces adolescentes o jóvenes, que hoy son ya abuelos. La ermita y la pradera fueron testigos de las alegrías y penas de sucesivas generaciones.

Nuestra ermita de Santa Cruz está en un lugar privilegiado. Vale la pena subir la cuesta, bastón en mano, para contemplar el panorama que se ofrece des arriba.

Mañana subiremos una vez más.- El ideal, para mi, sería contemplar a la gente subir andando, como antaño, sentándonos a medio camino para contemplar el llano.

Pero, en fin, el signo de los tiempos es otro y los coches serán protagonistas una vez más.

Ya termino.

Hace poco leía un largo escrito en la década de los 50, por un poeta que aún vive, José Mª Valverde. Al comienzo del poema unos versos advertían al lector:

“Detrás de cuanto digo, como en un rompeolas, has de ver el inmenso mar del silencio extenderse”.

Pues bien, quiero terminar parafraseando este verso y deciros: Detrás de cuanto he dicho, como en un rompeolas, habéis de ver el mar de mis sentimiento hacia Ribadeo, que no han podido ser expresados, sino solamente insinuados con algunos balbuceos.